El mundo del trabajo se apresta a conmemorar un nuevo aniversario de aquella gloriosa gesta de Chicago, donde cinco hombres fueron condenados a la horca por cometer el más digno de los pecados: reivindicar las 8 horas de trabajo. En esta nueva recordación, asistimos nuevamente al intento -de aquellos que ostentan el poder a nivel mundial- de querer volver a esclavizarnos con métodos más modernos y sofisticados que nos permiten visualizar que el nuevo nombre de la esclavitud se llama flexibilización laboral.
En la Argentina ya sufrimos este ataque en la década de los ´90 y hoy, los mandantes internacionales sin Dios, patria ni fronteras, tienen en su avance explotador gerentes locales cumpliendo a raja tabla el ataque al movimiento obrero. Nosotros, quienes venimos del Peronismo, aquel que fue capaz de redimirnos de tantas injusticias, le decimos a quienes quieran venir a quedarse con las conquistas de los trabajadores, que no estamos dispuestos a entregar las luchas de quienes padecieron persecución, cárcel y muerte para defender la dignidad del hombre del trabajo. Hoy, sentimos que los nuevos mártires son aquellos que tienen que vivir con un salario que degrada la supervivencia del hombre del trabajo, que deben soportar la precarización laboral y las condiciones de un mundo que en vez de implementar la tecnología para ponerla al servicio del hombre la utiliza para su explotación y lo aleja de lo que debiera ser un avance en su dignificación para alcanzar la felicidad, fruto su esfuerzo.
No estamos dispuestos a arriar nuestras banderas. No renunciamos a la lucha. El camino de la dignidad depende de la preparación de cada trabajador para comprender, entender y acompañar a su organización sindical, porque la lucha es de todos. Es hora de que cada uno tome su bastón de mariscal y sepa que la defensa de los intereses y la dignidad del trabajador está en cada uno de nosotros. El ejemplo de José Ignacio Rucci, quien entregó su vida por la dignificación, la justicia social y el bienestar del trabajador, debe ser la bandera convocante. Nadie nos dará lo que nosotros no seamos capaces de conseguir, nuestra familia y nuestros hijos nos reclaman un mundo de esperanzas donde la igualdad y la posibilidad de trabajo sea una constante permanente.
Que Dios, fuente de toda razón y justicia, escuche nuestras plegarias y nos de la fortaleza para no renunciar a lo que hemos ganado por derecho propio.
¡Feliz Día del Trabajador!
Fuente: PANADEROS FAUPPA·LUNES, 30 DE ABRIL DE 201